Relato de la querella
El día 19 de octubre de 2019, las víctimas A.S.C., y su mujer C.N.A., según su relato, se encontraban junto a los hermanos de A., A.A.S.C., F.L.C., S.L.C.,y en compañía de Y.A.D.V., y L.T.C., quienes ese día los habían visitado, en su domicilio en la comuna de Lo Prado.
Las víctimas y sus visitantes salieron alrededor de las 20:50 horas con la intención de comprar algunos alimentos, considerando que el inicio del toque de queda ese día había sido anunciado para las 22:00 horas. Luego de ir a las panaderías ubicadas en la intersección de calle Las Margaritas con Los Jazmines -donde acostumbraban a comprarse encontraron con que estaban cerrando los locales porque un grupo de funcionarios de Carabineros de Chile habían agredido a algunas de las personas que estaban comprando. Producto de aquello, el grupo decidió desplazarse a otro negocio ubicado en calle Los Copihues con Neptuno por Calle Los Jazmines, de la misma comuna.
Cuando iban por los Jazmines llegando a las Acacias, vieron en la siguiente esquina a un grupo de Carabineros en motocicletas. Quienes se dirigía por calle Los Aromos en dirección a San Pablo (en dirección sur). En ese momento, una persona de entre el grupo de vecinos que se encontraba protestando con cacerolas y manifestándose fuera de sus casas les gritó “pacos culiaos” (sic), lo que motivó que el grupo de carabineros cambiara de dirección y se dirigiera a calle las Acacias, por donde caminaban las víctimas y sus acompañantes.
El grupo de funcionarios estaba compuesto por alrededor de diez efectivos en motos, acompañados de una radiopatrulla y un furgón policial, y todos ellos entraron por calle Las Acacias y comenzaron a perseguir al grupo de siete personas en el que se encontraban las víctimas. Debido al temor que esta persecución les produjo, todos corrieron y se dispersaron en diversas direcciones para evitar ser atropellados por las motos, ya que sus conductores se abalanzaron directamente hacia sus piernas. Todos lograron arrancar, y las motos continuaron siguiendo a A. y C., quienes corrían por ambas veredas de Las Acacias, intentando evadir ser atropellados, viviendo las víctimas momentos de mucha angustia y temor.
En un momento, ya cansado y sin saber la situación de sus hermanos y amigos, A. se detiene, levanta los brazos, y grita a los demás “levanten las manos y caminen, no estamos haciendo nada”. En ese momento, A. sintió la rueda delantera de una moto policial en sus piernas, y escuchó a un funcionario me gritarle “corre conchetumare”(sic), a lo que respondió “no estoy haciendo nada, voy a mi casa”. Sin embargo, el funcionario lo pateó en las piernas y continuó acelerando su moto contra los pies de A., acción que lo obligó a continuar zigzagueando, evitando las motos y patadas que le propinaba el funcionario. Otro funcionario, por la vereda de al frente, realizaba la misma acción en contra de C., la amedrentaban con las ruedas de la moto y le propinaba patadas en sus piernas, a pesar de que ella sólo repetía que los dejaran, que se dirigían a su casa y que no se encontraban haciendo nada incorrecto o ilegal.
A. y C. intentaron detenerse varias veces, siempre con los brazos en alto para que la persecución se detuviera; sin embargo, cada vez que se detenían, volvían a sentir las ruedas y los golpes de pie en las piernas. A ello se sumaban amenazas e insultos por parte de los carabineros, quienes gritaban “¡corre conchetumare!, ¿quieres que te mate?, ¡corre perro culiao!”(sic).
Las víctimas continuaron corriendo, asumiendo que en algún momento se detendrían, lo que no sucedió. En efecto, al llegar a la Plaza La Copa, la persecución se hizo más brutal y más decidida, ya que más de 6 funcionarios en moto comenzaron a tratar de arrollar a A., mientras les gritaban a ambas víctimas “¡los vamos a matar!”.
A A. lo tiraban de la ropa, trataban de inmovilizarlo para atropellarlo. Finalmente, se detienen en las mesas que están en esa plaza cerca de un árbol, con las manos en alto y gritando fuerte y claro: “¡paren la wea, no estoy haciendo nada me estoy yendo a mi casa, no voy a correr más!” (sic). En ese momento, procedió a darse vuelta, cuando sintió los neumáticos de la moto subiendo por su pierna derecha, y junto con ello oyó el fuerte crujido de su extremidad fracturada.
El carabinero en moto luego de pasar por mi pierna se desbalanceó de su moto, A. cayó al suelo, y lo increpó por haberle quebrado la pierna. Entonces, el funcionario, viéndolo en el suelo y con la pierna quebrada, lo pisó en la parte lesionada, y con actitud irónica y amenazante le dijo: “corre poh, conchetumadre, párate culiao y corre” (sic). En ese momento carabineros rodeó a A., evitando que C. y su hermano A. pudieran asistirlo. La víctima trató de identificar el nombre del funcionario o la patente de las motos y se dio cuenta que ninguno de ellos la portaba. Ninguno de ellos lo asistió, al contrario, continuaron burlándose. Alejandro intentó sentarse, y el mismo efectivo que lo atropelló le pegó con el pie en la pierna herida, la cual se dobló completamente producto de la fractura.
De acuerdo al relato de la victima, su dolor fue tan intenso que el grito despertó la desesperación de C. y de sus hermanos quienes comienzan a gritar, exigiendo a los carabineros poder asistirlo. Algunos vecinos salieron de sus casas y comenzaron a gritarle a los funcionarios, quienes finalmente, se reagruparon en la calle Las Margaritas y huyeron en dirección a San Pablo, junto a la radiopatrulla y el furgón policial.
A. fue socorrido por C. y su hermano A. Las personas que estaban en la plaza gritaron a Carabineros que, al menos, deberían llamar una ambulancia, a lo que ellos, haciendo caso omiso, hicieron abandono del lugar dejando a A. herido en la plaza. Sus hermanos lo levantaron y llevaron en sus brazos a su domicilio.
Ante la situación de pánico y desesperación, y estando a 40 minutos aproximadamente del toque de queda, C. le entablilló con un par de maderas la pierna, y lo condujo hasta el Instituto Traumatológico Dr. Teodoro Gebauer, llegando al centro asistencia a las 21:55 horas. En ese lugar, fue atendido de urgencia y se le informó que tenía fractura de tibia, además de constatarle múltiples lesiones contusas propias del atropello y los golpes propinados. Le enyesaron la pierna y le dijeron que debía esperar que hubiese disponibilidad de pabellón y doctor para su cirugía.
Transcurrido un mes de lo ocurrido, A. seguía totalmente inmovilizado y con mucho dolor por su pierna fracturada. Debido a que no había disponibilidad en el hospital, decidió operarse en la Clínica Las Acacias, en la comuna de Providencia. Aun cuando no tenían los recursos para pagar la cirugía, pudieron endeudarse y con ayuda de familiares y amigos, acceder a la operación, debiendo incurrir, además, en diversos gastos en exámenes y fármacos. Fue operado el día 13 de noviembre de 2019. Su recuperación puede durar hasta un año, pudiendo en su caso ser aún más larga debido a la demora en la realización de la cirugía y la imposibilidad de acceder a una adecuada kinesioterapia, toda vez que no cuentan con los medios económicos para hacerlo, y la imposibilidad para trabajar que ha afectado a A., ha mermado considerablemente los ingresos económicos del grupo familiar.