Hombre Chileno 23 Años

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  • Institución del querellado
  • Carabineros
  • Delito investigado
  • Tortura
  • Lugar del evento
  • Santiago
  • Fecha del evento
  • 22-11-2019, 17:30 hrs.

Relato de la querella

Con fecha 22 de noviembre de 2019, aproximadamente a las 17.30 de la tarde, en el contexto de las movilizaciones y marcha ciudadana que se estaba desarrollando en el sector aledaño a Plaza Italia, la víctima, G.A.P.V., según su relato, se disponía a regresar a su casa desde el sector de Avenida Libertador Bernardo O’Higgins, a la altura del Hotel Crown Plaza, comuna de Santiago, para lo cual necesitaba acercarse caminando hacia el sector de Los Leones, en Providencia; ello, pues en la manifestación misma, había recibido un impacto de perdigón disparado por Carabineros.

En momentos en que caminaba con dificultad hacia el oriente por calle Alameda, vio venir un piquete de carabineros, del cual no pudo alejarse, puesto que se movía con dificultad a propósito de la herida ya mencionada. Cuando el piquete de Carabineros llegó a la misma altura de la calle donde se encontraba la víctima, éste sólo alcanzó a sentir dos fuertes golpes de luma en su cabeza, tras lo cual se desmayó, perdiendo el sentido y recobrándolo, para luego volver a caer inconsciente en varias ocasiones en los minutos siguientes.

Cuando recobró la conciencia, G.P. se percató que se encontraba siendo arrastrado por la fuerza por la calle, producto de lo cual sentía una fuerte quemadura en la piel de sus glúteos y codos, toda vez que producto del arrastre, la parte inferior de su ropa se había desprendido hasta sus rodillas, rozando directamente su cuerpo con el pavimento. Posteriormente, en el mismo movimiento de arrastre, los funcionarios policiales que arrastraban su cuerpo le dieron vuelta, colocándolo en posición boca abajo, producto de lo cual resultó con severas quemaduras por el roce del arrastre en la zona de su torso y pecho. Cabe señalar que, aunque trató de 3 reacomodar sus ropas para aminorar el roce del pavimento, en ningún momento le fue permitido hacerlo, recibiendo golpes de luma en la cabeza cada vez que intentó cubrirse.

Luego de ser arrastrado, G.P. fue subido a un vehículo policial de Carabineros, donde le fue exigida y retenida su cédula de identidad y continuó siendo agredido con golpes de luma y patadas al interior del furgón policial, especialmente en la cabeza y la nuca, junto con recibir escupitajos, amenazas e insultos de grueso calibre. Arriba del furgón policial fueron ingresando nuevos detenidos, entre ellos, varios menores de edad. Así pasó un largo periodo de horas, en las que los detenidos al interior del furgón policial continuaban siendo agredidos.

Aproximadamente a las 23:15 horas, esto es, casi seis horas después de la detención, los detenidos (aproximadamente quince personas) fueron conducidos hasta un centro de atención primaria de salud en la comuna de Las Condes, lugar al que supuestamente fueron a constatar lesiones. Sin embargo, en dicho lugar los atendió una doctora, de sexo femenino, de la cual recibieron un trato despectivo y burlesco; la constatación de lesiones se realizó únicamente mediante un registro visual, y no se les entregó ningún parte médico. Acto seguido, una vez finalizado el trámite, volvieron a ser subidos al furgón policial, lugar en el que continuaron siendo agredidos. En particular, y aún cuando la víctima G.P. era el que tenía lesiones más visibles, tanto al momento de ser subido al furgón como una vez arriba, continuó siendo agredido con golpes de puño y patadas. Cada cierto rato, los funcionarios policiales abrían las puertas del furgón y lanzaban escupos al interior; en otras ocasiones, los apuntaban con sus armas y amenazaban a los detenidos con que los “harían pico en la comisaría”. Estas amenazas calaron hondo en la víctima, quien relata: “A esa altura ya me estaba quebrando. Yo antes había sido detenido y nunca me habían expuesto a todo eso.”

El vehículo policial, finalmente, llegó hasta la 42º Comisaría de Las Condes, donde fueron sacados del furgón los detenidos que eran menores de edad, continuando los adultos al interior. Éstos últimos volvieron a ser amenazados con dichos tales como que “la iban a cobrar en la comisaría cuando llegaran”.
El vehículo continuó su recorrido y, al llegar a la 3° Comisaría de Santiago, funcionarios policiales comenzaron a ubicarse en la entrada de la misma. Cuando G.P. debía descender del vehículo, pidió ayuda a los demás detenidos, puesto que sólo él y otro detenido se encontraban esposados, lo que le dificultaba moverse. Al momento de descender, pudo percatarse que los funcionarios policiales se encontraban apostados uno al lado del otro, aproximadamente unos 5 o 7 por lado, formando un pasillo por el que pasarían los detenidos que descendían. En ese momento, los funcionarios comenzaron a propinarles golpes de patada a los detenidos a medida que pasaban, en lo que se conoce coloquialmente como “callejón oscuro”. Muchos de los que eran golpeados con patadas cayeron al piso, donde continuaban siendo agredidos. Esto generó múltiples hematomas en el cuerpo de la víctima e incluso generó que otro de los detenidos se orinara sobre sí mismo, por el terror de la experiencia que estaban viviendo.

Posteriormente, uno de los funcionarios levantó a G.P., ofreciéndole agua, la cual él bebió confiado, pero al momento de ingresar al edificio de la comisaría, el mismo funcionario que le había ofrecido agua comenzó a burlarse, diciéndole que el agua que le había dado a beber era agua sucia, lo cual generaría la infección de sus heridas y, burlándose, le decía que “se le iba a caer el pie”.

Mientras tomaban el procedimiento, en reiteradas ocasiones la víctima exigió la devolución de su cédula de identidad, pero los funcionarios policiales se burlaban de él, diciéndole que se les había extraviado. En el intertanto, siguieron amenazándolos con expresiones tales como que “les iban a sacar la mierda”, o que “se le iba a caer el pie por los perdigones”. Cuando la víctima exigió su derecho a realizar un 5 llamado telefónico, ésta le fue rechazada por parte del personal policial; entonces, se le acercó un sargento, señalando que él era “el que tenía la cagá”, y cuando él señalaba que era estudiante del DUOC, el personal policial se burlaba, a la vez que le señalaban cosas como “te tenimo cachao”.

En ese contexto, uno de sus compañeros de detención revisó las heridas de G.P., percatándose que tenía heridas graves en los glúteos, brazos, codos y espalda. También se percató de una serie de heridas tipo laceración punzante, y tomó conciencia de que había lavado sus heridas con el agua que funcionarios policiales le indicaron que se encontraba contaminada, por lo cual sintió verdadero temor de que sus heridas se infectaran. Finalmente, G.P. fue puesto en libertad aproximadamente a las 3 de la mañana del sábado 23 de noviembre, completamente en estado de shock, tras lo cual se dirigió en locomoción colectiva hacia su domicilio. En total, estuvo siendo agredido por aproximadamente 10 horas mientras se encontraba privado de libertad, tiempo que excede con creces el de un procedimiento regular de detención, en el que principalmente fue agredido y amenazado física y verbalmente durante todas esas horas.

Todo este sufrimiento infligido a la víctima, le causó enorme malestar emocional, del cual aún no logra recuperarse por completo. Hasta el momento de la presentación de esta querella, G.P. refiere sentirse con crisis de llanto y pánico, encontrándose medicado para poder conciliar el sueño, y en espera de atención psiquiátrica en el Hospital de La Florida. En un principio, no se atrevió, por miedo, a realizar una nueva constatación de lesiones o una denuncia por la agresión recibida. Asimismo, relata que se encuentra permanentemente con ganas de llorar, con sentimientos de ofuscación, inapetencia, fuertes dolores corporales y permanente recuerdo y repetición de las agresiones y golpes de los que fue víctima, producto de un fuerte episodio de estrés post traumático.